domingo, 27 de enero de 2008

Twilight Zone -La Toalla

Siempre me he considerado una persona escéptica. Mantengo siempre bastantes reservas en asuntos con características paranormales como visitantes extraterrestres, fantasmas, brujas, poderes psíquicos, astrología, milagros, intervenciones divinas, amuletos y un largo etcétera. En este sentido, mi biblia personal es el libro "El Mundo y sus Demonios", de Carl Sagan; obra excepcional que promueve el pensamiento crítico y que es ampliamente recomendable.

Sin embargo, y con todo lo escéptico que soy, reconozco que hay muchas cosas que no puedo explicar, como las muchas veces que aciertan las descripciones de los signos del zodiaco (al menos en mi caso, Tauro, se ajusta bastante bien), algunos sucesos curiosos de asombrosas coincidencias que supondrían la intervención de una fuerza superior, o algunas cosas que en lo personal me han sucedido y que me han dejado perplejo. Obviamente, el que yo no pueda darles una explicación satisfactoria no es sinónimo de que sean sobrenaturales, ni que me reconforte con ese tipo de respuestas.

De hecho, la cantidad y frecuencia de las cosas de este tipo que me ha tocado vivir, harían pensar que sería más factible que creyera en ellas como algo que rebasa los límites de lo natural, antes que sucesos con una explicación más prosaica, aunque aún indeterminada.

Hace tiempo que tengo la intención de escribirlas una por una, y hoy me he decidido finalmente a hacerlo, respetando estrictamente los hechos como fueron. No voy a ponerles ni a quitarles nada, ya que no gano absolutamente nada ni con una cosa ni con la otra.

Lo que me ha motivado a decidirme a contar todo lo que me ha pasado es algo que recientemente ocurrió en mi casa, que es la de todos ustedes. Hace algunos meses mi esposa compró, entre otras cosas, una toalla de baño para mí; grande, suave y acolchadita, misma que permaneció un tiempo guardada en el closet, cuidadosamente doblada, a la espera de ser utilizada, cosa que ocurrió unas semanas después. Yo acostumbro secarme y extender mi toalla sobre la puerta corrediza de la regadera, lo que significa que, mientras no la retire, la veo cada vez que entro al baño. Y así se usó y se lavó varias veces. No tengo ni idea de cuántas veces la habré observado ahí, en ese lugar.

Hasta aquí, nada fuera de lo normal.

Lo curioso sucedió una mañana que, tras haber dejado la toalla extendida la noche anterior, me levanté muy temprano, entré al baño y, tras unos segundos en que mi mirada se posó en en ella sin razón alguna, ví algo que de primera impresión no me pareció extraño, aunque sí lo fué instantes después: porque ahí, en la toalla, estaba claramente marcada la huella de una mano. Era una palma extendida, con los dedos separados, perfectamente impresa en las fibras de algodón, haciendo pensar que alguien se había apoyado en ella por la noche. No hacía falta que comparara su tamaño con el de mis manos, para darme cuenta de que era más chica. De hecho, parecía la huella de la mano de un niño...

Aunque algo intrigado, pensé que, aunque mi esposa jamás utiliza mi toalla, habría sido ella quien dejara esa marca. Tal vez se había levantado por la madrugada, lavado las manos y secado las mismas en ella, dejando esa impresión. Aunque, aún si había sido así, eso no explicaba el por qué sólo había dejado impresa sólo una mano, ni mucho menos la forma, extendida con los dedos abiertos, que se apreciaba. Sin embargo, tras llamarla y preguntarle al respecto, me dijo que ella no la había tocado. Aún así le pedí que comparara su mano con la marca, y constatamos que ésta era aún más pequeña.

Definitivamente era la mano de un niño.

La cuestión es que mi esposa y yo vivimos solos. No tenemos hijos, ni hay niños vecinos que pudieran haber dejado esa huella. Tenemos sobrinos pequeños, pero no nos habían visitado en esos días, ni en varios días atrás... Entonces... ¿de dónde provenía esa mano?

Procurando no darle mucha importancia al hecho, busqué una explicación lógica: tal vez esa marca ya vendría desde que mi esposa compró esa prenda...

Mmmm... ¿Y por qué, tras varios usos y lavadas, no se había borrado? Pensé que tal vez quien la hizo tenía en su mano alguna sustancia que hubiese afectado las fibras, no permitiéndoles recuperar su forma original. Alguna resina, barniz, o cosa semejante...

Bueno, pero si esa marca ya venía desde que la toalla se compró... ¿cómo es que no la había visto antes? Quizá había tocado la casualidad de que hasta ese día siempre la hubiera extendido al revés, de manera que la mano quedara oculta a la vista; o simplemente quizá nunca le había prestado atención como hasta entonces.

Sí, seguramente eso era. Al menos es la explicación que le encontré al asunto. Y las siguientes veces que me tocaba utilizar esa toalla, examinaba con curiosidad la huella, intentando borrarla sin éxito, aunque poco a poco parecía irse difuminando. La contemplaba, preguntándome cómo es que había llegado ahí. Con el paso de las semanas me acostumbré a verla. Aquel asunto era ya cosa pasada...

Sí, era cosa pasada... hasta hace unos días, en que nuevamente una mañana muy temprano, y habiendo utilizado la toalla la noche anterior, entré al baño y ví la huella, ahí, impresa, como siempre. Sólo que ahora sí me sorprendí, y un escalofrío que me recorrió la espalda hizo que se me fuera el sueño que aún sentía... Porque la mano que tan bien conocía, esa marca a la que ya me había acostumbrado, no estaba sola...

A unos centímetros de ella, a la derecha, estaba la huella de otra mano... una mano que no podía ser la mía, ni la de mi esposa... ni siquiera de la misma persona que había dejado impresa la primera, quien quiera que haya sido... porque ésta... ésta era mucho más pequeña... era la mano de un niño aún más pequeño. Ahí estaba, claramente marcada... palma extendida, dedos separados... Era del todo imposible que, de haber estado siempre ahí como pensaba de la primera, no la hubiese visto antes. Mi esposa se asombró tanto como yo. Si antes era improbable que un sobrino o un vecino hubiese dejado la primera marca, ahora era absolutamente imposible que hubiesen dejado la segunda. La mano era demasiado pequeña...

Esa huella duró sólo unas horas, aunque no se borró inmediatamente cuando intenté eliminarla secándome las manos ahí. Se fué difuminando con el transcurrir del día.

No digo que haya sido obra de fantasmas, o de duendes, o de cualquier otra entidad sobrenatural. Pero es un hecho que no puedo explicar cómo llegaron ahí.

Y les aseguro que eso es algo que me he estado preguntando.